Algunos Pensamientos Sobre la Oración 

(Parte 4)

 

       La oración es uno de los privilegios más grandes concedidos a los hijos de Dios. No se de ninguno más grande hasta donde la vida está concernida - podemos hablar con Dios por medio de Jesús, nuestro Mediador, en oración. Jesús dijo, «Pedid, y se os dará». Pablo escribió, «Exhortó ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres ...Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda». «Orad sin cesar» (Mat. 7:7; 1 Tim. 2:1,8; 1 Tes. 5:17). No puede haber cuestión legítimamente dada que refleje la obligación o privilegio de la oración para el creyente. Las instrucciones de Pablo son aplicables hoy día.

       Jesús no sólo enseñó a Sus discípulos a orar, El oró mucho: en su bautismo (Luc. 3:21); en los desiertos; en el monte antes de seleccionar a Sus apóstoles (Luc. 9:18); en Su transfiguración (Luc. 9:27-28). Estas son unas pocas ocasiones mencionadas por Lucas. Los apóstoles de Jesús oraron mucho y enseñaron a todos a orar. Ciertamente este inculca en cada Cristiano la importancia de la oración. Debiera también causar en cada uno de nosotros el aprecio del privilegio de la oración y edificar dentro de nosotros el incentivo de la oración.

 

«Señor, Enséñanos a Orar» 

       Lucas da otra ocasión de Jesús orando y uno de Sus «discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos» (Lucas 11:1-13).

       La oración, para mí, es un tema muy pasado por alto - y especialmente su solicitud, «Enséñanos a orar». Hemos pedido que se nos enseñe muchas cosas diferentes, pero ¿cuántos han pedido cómo orar? ¿Es esto porque sentimos que la oración es automática o espontánea? O ¿pudiera ser que sencillamente no sentimos alguna compulsión o deseo de orar? O, ¿quizás, es que aceptamos la oración pero no apreciamos la importancia de orar correcta, Bíblica y aceptablemente a Dios. Parece, por observación, que algunos de nosotros hemos caído en la forma sectaria de pensar con respecto a la oración: Mientras uno sea honesto y sincero, no obstante y por cualquier cosa que ore, su oración será escuchada y contestada. Escudriñe en su propio corazón por la razón que nunca preguntamos o pedimos - «Enséñanos a orar».

 

Hay Algunos No Para La Oración 

(1) Para no ser visto y escuchado de los hombres. A los hipócritas les gusta orar de pie en la sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos de los hombres. Jesús dijo, «de cierto os digo que ya tienen su recompensa» (Mat. 6:5).

(2) No para los deseos de la carne. Santiago dijo: «Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites» (Stg. 4:3).

(3) No palabrería (multitud de palabras). «Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos» (Mat. 6:7). [«Y al orar no repitas palabras inútiles, como lo hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios» - Versión Dios Habla Hoy]. Esto parece ser una debilidad entre nosotros. También obstaculiza a algunos de dirigir en oración. Dicen, «No puedo orar tan bien como los otros». Esto quiere decir, «No tengo las palabras correctas y dignas». Recuerde, uno no es escuchado por su «palabrería». Esto sugiere que necesitamos ser enseñados cómo orar.

(4) No auto-exaltación. «A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola» (Luc. 18:9). Esta actitud lo lleva a uno a confiar en sí mismo. Esta persona santurrona lisonjeramente se induce a sí misma a hacer caso omiso de los mandamientos de Dios por suyos propios. Luego observa desdeñosamente a cualquiera que rehúse aceptar su «religión obstinada». ¿Hay algún pecado mayor que el pecado de la presuntuosidad formando nuestra propia voluntad en asuntos de religión y edificando esa «voluntad humana» en otros?

* La obediencia humilde a Dios es muy fundamental para ser Cristiano. Esta requiere sumisión, entregándose uno mismo a Dios para la guía. «Habla Jehová, porque tu siervo oye» (1 Sam. 3:9). Samuel dijo a Saúl, «¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey» (1 Sam. 15:22-23).

* David dijo, «Preserva a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión» (Sal. 19:13). La autoexaltación, la santurronería, no tiene lugar en el plan de Dios para la salvación del hombre. Santiago dijo, «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (Stg. 4:6). La autoexaltación está opuesta a lo que Jesús dijo, «Bienaventurados los pobres en espíritu ... los que lloran ... los manos» (Mat. 5:3,4,5). Al hombre orgulloso, autosuficiente y santurrón le debe ser enseñado la humildad, la fe y la obediencia (Stg. 4:6-10; 13-17; Col. 2:23).

* La oración debe ser ofrecida en armonía con la voluntad de Dios. Esto es entendible, en vista de que uno debe ser hacedor de los mandamientos de Dios para orar aceptablemente (1 Juan 3:22; Stg. 5:16; 1 Juan 3:7; Sal. 119:172). Jesús enseñó a sus discípulos a orar, «Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mat. 6:10). Para uno que diga que esto es una escapatoria para evadir el fracaso de Dios en contestar, parece reflejar el mismo primer reconocimiento de la propia prerrogativa de Dios para actuar dentro del campo de Su propia voluntad. Decir que Dios debe contestar de acuerdo a la oración de cualquier persona es subyugar a Dios al hombre antes que el hombre a Dios. Cuando un hijo solicita un favor de este padre, no lo demanda. Su padre lleva a cabo la solicitud a medida que lo considere necesario. ¿No podemos permitir que nuestro Padre Celestial al menos esté en lo correcto? El sabe lo que es mejor y lo dará. Nuestra fe en El nos convida a aceptar eso y a deseosamente orar, «Hágase tu voluntad, no la mía».

(5) No simplemente una forma establecida ni una expresión fijada. Un estudio de la narración de Mateo y Lucas de la enseñanza de Jesús a Sus discípulos para orar probará esto (Mat. 6:9-15; Luc. 11:2-4). Jesús no dio una forma establecida sino que más bien enseñó a Sus discípulos la «manera» en la cual orar. Repito, esto es un ejemplo de oración. La oración del Señor está registrada en Juan 17. Otras ocasiones de Jesús orando están dadas, pero esta oración es ofrecida para todos. Es verdaderamente la oración lo que debería tocar nuestros corazones y movernos a esforzarnos a convertir el instrumento a traer su respuesta. Se debiera inculcar también sobre nosotros la necesidad de la oración. «Señor, enséñanos a orar».

 

«Así» 

       Esta expresión es dada en W.E. Vine, Diccionario Expositivo, «Houtos o houto, de esta manera, en esta forma, es traducida `así' en Mat. 6:9; 1 Ped. 3:5; Ap. 11:5". Esto prueba que esto no es exactamente una forma establecida de palabras exactas. Es un modelo por medio del cual Sus discípulos debían formar sus oraciones. Es ciertamente un modelo hermoso por el cual podemos copiar nuestras oraciones. Nótese:

       «Padre nuestro que estás en los cielos», expresa la confianza reverencial de uno y la absoluta dependencia en el Padre. El es el «Yo soy el que Soy».

       Luego siguen siete peticiones, tres con referencia a Dios y Su reino. «Santificado sea tu nombre», es la exaltación del Padre en nuestros propios corazones a Su correcto lugar por encima de todos. «Venga tu reino», es una suplica para que el reino o iglesia sea establecido. Cuando esto fue hablado, era futuro, aunque «se había acercado», aún estaba para ser establecido. El reino fue establecido en el primer Pentecostés después de la ascensión de Cristo (Hch. 2; Col. 1:13; Heb. 12:28). Por tanto, no podemos orar correctamente por la venida del reino. Ya está aquí. Podemos orar ahora por el avance de la iglesia, el reino, o por la expansión de sus fronteras.

       «Hágase tu voluntad», ciertamente debería estar en los labios de todo hijo de Dios. Primero deberíamos esforzarnos por establecer la voluntad de Dios en nuestros propios corazones y luego trabajar para enseñar el evangelio de Cristo a toda criatura (Mr. 16:15). La voluntad de Dios debe ser hecha en Su reino o iglesia. Esto es eso que caracteriza a los hijos de Dios.

       La parte restante del modelo de oración tiene que ver con las necesidades personales. «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy». Orar por el pan diario implica que podemos pedir por los beneficios temporales para nuestras necesidades físicas. También parece implicar que deberíamos estar contentos con lo que necesitamos - no por placer ni deleite, sino para la subsistencia. Pablo aprendió a estar contento (Fil. 4:11). También escribió a Timoteo, «Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto» (1 Tim. 6:8). La oración no quita de uno la responsabilidad. No es un substituto para la actividad. Tampoco neutraliza la voluntad de Dios. Es la voluntad de Dios que debemos trabajar para tener y para dar (Efe. 4:28). Pero, debemos entender, que nuestra capacidad no hace y no nos puede sustentar. Necesitamos la ayuda de Dios en todas las cosas. Por tanto, Pablo dijo, «... sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (Fil. 4:6). «Trabajar y orar», es la orden del día.

       «Y perdónanos nuestras deudas», enseña ciertamente que podemos orar por el perdón. Pero, recuerde nuevamente, debemos aplicar nuestra propia fe, «como también nosotros perdonamos a nuestros deudores». ¿El pensamiento anterior no inculca que uno debe obrar de acuerdo con la voluntad de Dios? Debemos hacer nuestra parte. Perdonar a otro es nuestra responsabilidad. Si fallamos en perdonar a los demás «... tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (Mat. 6:15). Aun así, debemos orar, «perdónanos nuestras transgresiones».

       «No nos metas en tentación», no significa que podemos esperar que Dios quite toda tentación de nuestras vidas. Significa que necesitamos la ayuda de Dios para evitar la tentación. Debemos «abstenernos de toda especia de mal» (1 Tes. 5:22); no obstante, necesitamos la fortaleza de Dios para ayudarnos. Ore.

       «Líbranos del mal». Nadie mas que Dios tiene el poder para salvarnos del pecado. Nuestra completa dependencia en Dios es evidente. Aún necesitamos reconocer que somos pobres, seres humanos frágiles con la eterna necesidad de la ayuda de Dios. Cuando esta es nuestra actitud, podemos entonces orar muy sinceramente, «porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén».

 

Por Leonard Tyler

(Traducido por Jaime Restrepo)

 

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