Algunos Pensamientos Sobre la Oración 

(Parte 5)

 

       En Lucas 18:1-14 hay dos parábolas sobre la oración. Ambas presentan algunos pensamientos necesarios con respecto a la oración. Ambos inculcan que Dios escucha y contesta con las oraciones de Sus hijos. El propósito de la primera parábola sobre «la necesidad de orar siempre, y no desmayar». Esta instrucción está de acuerdo con la de Pablo, «orad sin cesar» (1 Tes. 5:17). ¿Significa esto que Jesús esperaba que aquellos en Su día estuvieran sobre sus rodillas todo el tiempo o pronunciando oraciones sin cesar? Si lo hizo así, ellos no lo obedecieron y tampoco El lo practicó ni lo hicieron Sus discípulos. Esto debe tener otro significado a ese. No obstante, significa constancia. Para mi, lo que quiso decir entonces significa ahora. Deberíamos orar «siempre, sin cesar», exactamente como fueron ellos enseñados a orar en el primer siglo. Si no, ¿por qué no?

       La parábola del juez injusto enseña esta misma lección. Ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Era un juez impío, incrédulo. No se sujetó a sí mismo a la ley que lo constituyó juez (Ex. 18:21; Deut. 16:18; 2 Crón. 19:6-7). Ni aún era cuidadoso de practicar la ley en su judicatura (Ex. 23:6-8; Lev. 19:15; Deut. 1:16-17). Su falta de respeto por Dios lo llevó desacatar la ley; y, cuando uno desacata la ley de Dios, falta al respeto a Dios. Uno no puede respetar a Dios sin respetar Su ley; ni puede uno respetar la ley de Dios sin respetar a Dios. Jesús dijo, «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mat. 7:21). Esto es tan cierto con respecto a la oración como lo es en cualquier otra relación con Dios.

       Había una viuda en la ciudad que venía al juez pidiéndole «hazme justicia de mi adversario» o «liberame de la opresión de hombres injustos». El juez rehusó darle audiencia al principio. Ella se mantuvo pidiéndole hasta que el juez finalmente llegó a la conclusión, «mejor tengo que concederle su petición o sino continuará fastidiándome».

       Jesús dijo, «Oid lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él de día y de noche?» Jesús usó este tipo de personaje para inculcar en cada persona que si un juez impío que no se preocupa ni por Dios ni por el hombre, puede ser tocado por la suplica de una viuda, entonces ciertamente Dios quien ama y cuida a sus hijos escuchará y contestará su petición. El dijo, «Os digo que pronto les hará justicia». Esto enseña que Dios escuchará. También enseña que un Cristiano fiel continuará orando y permitirá que Dios conteste en Su propio tiempo y forma. «Pronto les hará justicia» parece contradecir cualquier demora, pero como el Expositor del Testamento Griego explica el término, es entendible: «Rápidamente, completamente compatible con la demora; rápidamente cuando la hora llega, eso es inesperadamente». Dios puede llevar a cabo y conceder Su propia voluntad. Nuestra parte es confiar en El y estar contentos.

       La segunda parábola enseña la humildad. Un espíritu humilde es esencial cuando uno se acerca a Dios. Este actitud lo lleva a uno a reconocer su dependencia en Dios. También edifica en uno la confianza que Dios es capaz y escuchará y contestará — no a causa a la propia ejecución de uno sino a causa de la gracia y misericordia de Dios. Esto, antes que pasar por alto la fe del hombre, la enfatiza.

       Jesús describe a dos hombres yendo al templo a orar: uno un Fariseo, y el otro un publicano. Estos dos hombres eran extremos. El Fariseo era muy religioso, y aceptado como maestro; el publicano era mucho menos respetado, y especialmente en los círculos religiosos. El Fariseo era santurrón y apartaba a los demás como un cero a la izquierda. Oraba como si Dios no supiera nada acerca de cualquiera de ellos. El primero le dijo a Dios todo lo que no hacía y luego añadió todas la cosas que hacía (11-12). Fue clasificado por Jesús como «uno que confiaba en sí mismo como justo y menospreciaba a los demás». Una actitud de pensamiento santurrón y de religión egocéntrica, «Yo no estoy equivocado. Hago completamente lo correcto y soy puro, limpio y no necesito el perdón». No solo se justificó a sí mismo sino que también se sentó en juicio sobre los demás, «y menospreciaban a los demás». Sus oraciones eran acerca de sí mismo. Una oración egoísta no será aceptable a Dios.

       El publicano era de una disposición humilde. «No quería ni aún alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador». Esta es la actitud que todos necesitamos tener hacia Dios. No somos capaces — Dios lo es. Estamos orando — Dios escucha y contesta, si la respuesta viene. Necesitamos — Dios es el dador. Somos débiles — Dios es fuerte. Dios es nuestra única esperanza para la salvación — Dios nos ayuda en el momento de necesidad. Por tanto, debemos acercarnos a El con un espíritu humilde, sumiso y obediente. Este publicano lo hizo. Ahora escuche a Jesús: «Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

       La humildad sola no es suficiente. En la parábola del rico y el mendigo, siendo pobre no era suficiente. La parábola enseña que si una persona va a orar a Dios aceptablemente debe hacerlo con un corazón humilde. La persona que humildemente se somete a Dios hace Su voluntad y con un espíritu manso y tranquilo ora Dios y puede confiadamente levantarse con seguridad — Dios escúchame.

       ¿A quién ora uno? Pablo escribió en Col. 1:3, «Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo». El dijo a los Romanos, «Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo» (Rom. 1:8). Por tanto, la oración de uno debe ser hecha a Dios a través de Jesucristo, nuestro mediador (1 Tim. 2:5; Col. 3:17).

       ¿Qué tan a menudo debería orar uno? Romanos 12:12 contesta, «Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación, constantes en la oración». «Orad sin cesar» (1 Tes. 5:17). Uno debe guardar su corazón en una disposición de oración, siendo agradecido con el Dios Todopoderoso y dependiendo completamente de El para toda cosa buena. Por tanto, «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (Fil. 4:6). Sea constante en la oración; ore siempre sin temor. Ore en cualquier momento, siempre «sean conocidas sus peticiones delante de Dios».

       ¿Por qué orar? «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Heb. 4:16).

 

Conclusión 

       La Biblia le enseña claramente al hijo de Dios la oración. Debe orar por todas las cosas, todos los hombres en todo lugar y por su propio bienestar. Por tanto, orar. Esto significa que Dios oye. Somos enseñados a orar no como a un ídolo o a un poste sino mas bien a nuestro Padre celestial y Sus oídos están abiertos y Sus manos están limitadas sólo por Su propia voluntad. Necesitamos la ayuda de Dios todos los días y en cada instante de nuestras vidas. En el mundo eterno El y solo El es nuestra única Esperanza. Por tanto, ¡ore! Como lo coloca Pedro, «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 Ped. 5:6-7).

 

Por Leonard Tyler

(Traducido por Jaime Restrepo)

 

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