El Espíritu Santo y la iglesia 

 

       Siendo cualquier espíritu algo que el ser humano no puede ni ver con los ojos ni palpar con las manos, es difícil, aun imposible, entender el todo del concepto de espíritu, sea de espíritu humano, de espíritu inmundo (demonio), o del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se llama en el Nuevo Testamento además de Espíritu Santo (Juan 14:26), el Espíritu de verdad (Juan 15:26), el Espíritu de Dios (Romanos 8:9,11) y el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9; Gálatas 4:6).

       La dificultad de entender lo del Espíritu Santo no la debemos dejar que impida que procuremos aprender lo que dice la Biblia sobre el asunto. En una obra tan corta como este tratadito, sería imposible discutir todo pasaje en que se le menciona al Espíritu Santo, pero quiero llamar la atención a algunos. En los Hechos 5:32, el apóstol Pedro dijo que Dios ha dado el Espíritu Santo a los que le obedecen. En el capítulo 2:38, el mismo apóstol dijo a la multitud que había preguntado que haría: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." A las iglesias de Galacia (Gálatas 1:2), el apóstol Pablo dijo: "Y porque sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones" (Gálatas 4:6). (Se debe notar que en este verso, se dice que Dios envió el Espíritu en los corazones de sus hijos y no a inconversos para convertirlos.) A la iglesia de Dios en Corinto, dijo que el Espíritu Santo estaba en ellos (1 Corintios 6:19). El Nuevo Testamento no menciona manifestación o señal que indique la presencia del Espíritu Santo en los hijos de Dios, pero debemos creer que él está en nosotros igualmente que creemos que Cristo está en nosotros (Romanos 8:10), y que nosotros estamos en él (Filipenses 1:1; Juan 15:4), y eso sin señal o milagro visible que lo indique.

       Pero sobre algunos de los cristianos primitivos impusieron los apóstoles las manos y vino sobre ellos el Espíritu Santo de modo que podían hacer ciertos milagros, como se relata en los Hechos 19:6. En los Hechos 8:14-18, se dice que los apóstoles Pedro y Juan impusieron las manos en los discípulos de Samaria y que éstos recibieron el Espíritu Santo. No se dice nada de milagros, pero sí se dice que Simón vio que se daba el Espíritu Santo, por lo cual se entiende que había alguna manifestación visible. En el capítulo 12 de 1 Corintios, los milagros que eran dados a los discípulos que los hiciesen se llaman dones espirituales. El apóstol Pablo allí menciona nueve dones que se daban (1 Corintios 12:4-11). No todos los dones se deban a un solo individuo (versículos 8-10, 29-30).

       El apóstol Pablo, discutiendo el uso de los dones en el capítulo 14, dijo que los dones que se usaban en la iglesia, eso es, en la congregación, se debían usar para edificación (versículos 5,19,26,31).

       Por lo que se refiere en la primera parte del capítulo 8 de los Hechos, parece que sólo los apóstoles podían dar el Espíritu Santo por la imposición de sus manos. Porque a pesar de la presencia de Felipe que hacía señales en la ciudad (versículos 6,7), el Espíritu no había descendido sobre ninguno de los discípulos hasta que vinieron a ellos los apóstoles Pedro y Juan (versículos 14-17). Algunos creen que Timoteo había recibido un don espiritual por la imposición de las manos de algunos que no eran apóstoles (1 Timoteo 4:14). Pero no se dice que el don mencionado fue don espiritual, o si algunos de los presbíteros, o ancianos, eran apóstoles. El apóstol Pedro era anciano. (1 Pedro 5:1)

       Poco antes de su muerte, el Señor Jesucristo prometió a sus apóstoles que vendría a ellos el Consolador, el Espíritu Santo que les enseñaría todas las cosas y les recordaría todo lo que él les había dicho estando con ellos (Juan 14:25-26); en fin, que les guiaría a toda verdad (Juan 16:13). También les dijo después de su resurrección que recibirían virtud para ser sus testigos cuando viniera el Espíritu Santo sobre ellos (Hechos 1:8). Esta venida del Espíritu Santo la llamó bautismo en el Espíritu Santo, diciendo en los Hechos 1:5: "Porque Juan a la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos." El fin de este bautismo ya se ha visto arriba. Cuando vino el Espíritu, comenzó luego a guiar a los apóstoles, dándoles que hablasen y eso en muchas lenguas (Hechos 2:4).

       En otra ocasión, unos años después de ésta, el Espíritu Santo cayó sobre Cornelio, con otros gentiles, en la ciudad de Cesarea, cuando Pedro estaba predicando a ellos (Hechos 10:44,46). Parece que aquella venida también fue bautismo en el Espíritu Santo, porque Pedro dijo, refiriendo lo sucedido: "Y como comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces recordé del dicho del Señor, como dijo: Juan ciertamente bautizó en agua; mas vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo. Así que, si Dios les dio el mismo don también como a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, quién era yo que pudiese estorbar a Dios?" (Hechos 11:15-17). Si fue bautismo en el Espíritu Santo o no, tuvo propósito muy específico y lo cumplió: Convenció a Pedro y a los otros judíos que la salvación por el evangelio era para los gentiles igualmente como para los judíos.

       Las señales que Jesús hacía eran para probar que el Padre le había enviado (Juan 5:36), y que era el Cristo, el Hijo de Dios (Juan 20:30-31). Las hechas por los apóstoles y por algunos otros servían para confirmar la palabra por ellos predicada (Marcos 16:20; Hebreos 2:3,4). El apóstol Pablo hacía milagros para confirmar su palabra (Hechos 14:3,8-10; 19:11-12, pero él dejó a Trófimo en Mileto enfermo, 2 Timoteo 4:20).

       La palabra de los apóstoles ya ha sido bien confirmada, y la tenemos escrita en el Nuevo Testamento. Ya no hay necesidad de milagros para confirmación, ni tampoco para edificación, porque el Nuevo Testamento proporciona todo lo necesario para ellas.

       Una cosa más: los llamados milagros de hoy día no son dignos de ser comparados con los verdaderos milagros hechos por Cristo y por sus apóstoles.

 

Por Daniel I. Hiler

(Publicado en Internet por Valente Rodríguez)

 

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